La situación viene de antes, sin embargo, cuando los talibán afganos destruyeron en 2001 dos grandes estatuas de Buda al considerarlas como anti-islámicas. El “fenómeno”, como lo llama Bokova, cobró plena importancia sin embargo en 2012, cuando yihadistas malienses arrasaron edificios medievales en Tombuctú. La destrucción el año pasado de Palmira, en Siria, terminó por poner de relieve la gravedad extrema de la situación.
“Ahora me parece que todos estamos al tanto del peligro. Sé que no es fácil, pero creo que es ahora cuando todo el mundo ha aceptado que la destrucción del patrimonio cultural forma parte de una estrategia extremista, y es su representación más palpable de la misma”, explicó.
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FUENTE EUROPA PRESS