Este artículo-reseña propone una vuelta a la reflexión sobre las consecuencias ¿imprevistas? de la natural y necesaria acumulación (“atesoramiento”) de las colecciones museísticas.
Los espacios expositivos de los museos son limitados, y la conciencia de esto, en experiencias propias y de varios países, nos lleva a proponer nuevamente un cambio o ampliación de su uso tradicional, para que los depósitos sean considerados como una adicional de sala de exposición. Casi ningún museo, en cualquier latitud, mediano o grande, escapa de esta situación y de la necesidad de desarrollar una estrategia museográfica alternativa para mantener “activos” y disponibles los bienes guardados en depósitos.